Crítica: «Las durmientes»
por Paula Bassano.
Al descubrir esta ficción de Camila Valenzuela, no me queda otra que confesar qué comprendida me hubiera sentido si su literatura hubiera llegado a mis manos adolescentes. Si hubiera tenido la posibilidad de encontrar una historia un tanto gótica y con reminiscencias de Henry James pero con jóvenes mujeres, curiosas, incomprendidas hubiera leído menos a los hombres que dominaron todo el espectro intelectual de las décadas pasadas en que nos formamos como lectores quienes crecimos en los años ochentas. Si dejo de pensar en voz alta, mi lado adulto le explica a una joven latente que poco se rinde frente al paso de los años, que todo arte necesita un tiempo de maduración y un trasfondo histórico favorable para surgir. Siendo así, este es el tiempo y lugar perfecto para leer Las Durmientes y explotar toda su capacidad simbólica y revolucionaria.
Las mujeres que se imponen como el género predominante desde el título, provienen de esa aristocracia chilena sumamente arraigada a la estirpe campestre o conviven con ella. El mantener tradiciones inalterables sienta las bases para toda una cultura de miedos, pensamientos silenciados y disgregación de clases que se resignifica fuertemente al leerla desde la actualidad. Sin embargo, la narrativa de Valenzuela, lejos de plantearse desde lo histórico o lo social, lo hace desde la leyenda y coquetea con el horror. El terror está dado por lo fantasmagórico pero también por ser mujer y no deseada. En un contexto en que el valor de las relaciones conyugales está dado por la posibilidad de dar vida a un heredero varón, el único deber en el mundo de esas mujeres es ser fértil y dotar al mundo de más hombres orgullosos, marcados por el miedo a creer y a volverse débiles por no tener la capacidad de explicar lo que no ven.
“No hay vida segura, pensó, no para nosotras”. La maldición de “la mujer de negro” persigue a quienes se creen dueños de la viña desde el incendio que marcó sus destinos y sus apariciones persiguen a todas aquellas mujeres postergadas, descartadas y menospreciadas. Se hace más presente en aquellas que se saben ‘brujas’, especialmente en la servidumbre, en las silenciadas, las que viven escondidas. La única solución para estas almas torturadas por la presencia de la mujer de negro es volverse a la naturaleza, acudir al agua, fusionarse con las hojas de los árboles, pisar la tierra; lo más cercano a la libertad que pueden vivir. La maldición no está en los fantasmas de la tierra, los males no están en el dominio de los hombres sino en la condición de mujer que viven los personajes década tras década hasta cumplir la maldición de los 100 años.
A medida que la historia transcurre, las mujeres van despertando de su letargo y dejan de pasar las tareas domésticas de madre a hija y el deber de callar comienza a dejar de ser una costumbre haciendo menos presente el símbolo de la luna y la oscuridad. Y así como la narración pasa del tono de leyenda en tercera persona a una primera persona en la voz de la nana, la forma también se va subjetivando hacia una estructura más poética que narrativa. En un caos en que las brujas se rebelan y las clases se mezclan, la historia pervierte las tradiciones de una sociedad criada en el miedo de enfrentar la verdad, acostumbrada a mirar para otro lado. Las durmientesreivindica la memoria partiendo de un misterio fundado en la duda como tantas leyendas chilenas y se va acercando paso a paso a la revelación de la verdad desde un lugar más contemporáneo y a la constitución de un sujeto que ya puede enunciarse a sí mismo simplemente porque es libre y puede contar su propia historia.En un formato físico que le habla al lector -que va de las páginas negras a un final gráficamente iluminado- la propuesta de la escritora apela a todas las brujas actuales que ya nos están demostrando que no quieren ser “comidas por el silencio” a alzar la voz. Si bien la búsqueda de la verdad ha estado presente siempre en la historia de Chile, la invitación es a verbalizar las injusticias y forjar una voz capaz de despertar a las nuevas generaciones y sacarlas de la oscuridad.